Cuando nos comunicamos en lengua de signos debemos respetar unas pautas básicas para lograr una correcta inteligibilidad.
El espacio del signante
El signante: La persona que signa debe hacerlo en el espacio correspondiente, especialmente cuando usamos el alfabeto dactilológico. El espacio adecuado para usar la dactilología se corresponde con la localización de la mano dominante de forma paralela al hombro, a la altura casi de la boca, como aparece en los dibujos al final del texto. Sea como fuere, la mano siempre debe tener un espacio fijo, si la moviéramos y signáramos cada letra en un espacio diferente, la comprensión del receptor sería más complicada, y el proceso comunicativo no sería adecuado.
Cuando utilizamos diferentes signos en el acto comunicativo, cada uno de ellos tienen unos parámetros determinados que lo caracterizan y el espacio varía de unos a otros, pero siempre ha de signarse en un espacio determinado según el signo que sea, no realizando signos en espacios muy reducidos o demasiado amplios .
El receptor: Cuando nos comunicamos en lengua de signos y estamos recibiendo la información, debemos tener una mirada globalizada del sujeto, es decir, no nos podemos centrar exclusivamente en mirar sus manos, o sus labios, debemos observarlo todo; sus manos, labios, expresión facial y corporal… ya que ese todo es el que genera cada uno de los signos.