Había una vez una casita, en medio de un bosque, donde vivían 3 ositos. Un día, mamá osa estaba preparando la sopa, pero estaba muy caliente y pensó en dar un paseo por el bosque. Así que los 3 se fueron a pasear.
Una niña llamada Ricitos de Oro, que también estaba paseando, vio la casita de los ositos. Ricitos de Oro tenía el pelo rizado y rubio, como el oro, la piel blanca y mejillas sonrosadas, los ojos azules, grandes, con largas pestañas, la nariz pequeña, y los labios pequeñitos y muy rojos. Era una niña guapísima, simpática y algo traviesa.
Ricitos de Oro se acercó a la casa y se asomó por la ventana. Había cuadros muy bonitos y estaba todo muy limpio. Ricitos de Oro quiso curiosear y entró. La casa tenía 2 plantas. En la primera estaba el salón y la cocina, y en la segunda un dormitorio y un baño. El salón era grande y tenía una mesa y 3 sillas de manera en el centro, estanterías con muchos libros y figuritas a la derecha y un sofá grande, unas cortinas verdes y 2 ventanas a la izquierda. Al cabo de un rato, Ricitos de oro sintió hambre gracias al olor que venía de la sopa puesta en la mesa de la cocina. Se acercó a la mesa y vio que había 3 tazones. Uno pequeño, otro más grande, y otro más y más grande todavía. La niña se lanzó a probar la sopa, comenzó por el tazón más grande, pero al probarlo, la sopa estaba demasiado caliente. Entonces pasó al mediano y le pareció que la sopa estaba demasiado fría. Pasó a probar el tazón más pequeño y la sopa estaba como a ella le gustaba. Y se la tomo toda.
Cuando acabó la sopa, Ricitos de Oro, fue al salón y vio tres sillas, se subió a la silla más grande pero estaba demasiado dura para ella. Pasó a la silla mediana y le pareció demasiado blanda. Y se decidió por sentarse en la silla más pequeña que le resultó comodísima. Pero la sillita no soportó el peso de la niña y se rompió. Ricitos de Oro decidió entonces subir a la habitación y probar las camas. Probó la cama grande pero era muy alta. La cama mediana estaba muy baja y no le gustaba, así que probó la cama pequeña que era tan mullidita y cómoda que se quedó totalmente dormida.
Mientras Ricitos de Oro dormía profundamente, llegaron los 3 ositos a la casa. El papá oso vio que la puerta estaba abierto y pensó que había entrado un ladrón. Entonces entraron en la casa, y al ver su cuchara en el tazón de sopa, papá oso dijo gran voz:
-¡Alguien se ha comido mi sopa!
Y mamá oso también vio su tazón y dijo:
-¡Alguien ha probado también mi sopa!
Y el osito pequeño dijo con voz apesadumbrada:
-¡Alguien se ha tomado mi sopa y se la ha comido toda entera!
Después, muy enfadados, pasaron al salón y dijo papá oso:
-¡Alguien se ha sentado en mi silla.
Y mamá oso dijo:
-¡Alguien se ha sentado también en mi silla!
Y el pequeño osito dijo:
-¡Alguien se ha sentado en mi sillita y además me la ha roto!
Entonces, muy muy enfadados, subieron al dormitorio y al entrar, papá oso dijo:
-¡Alguien se ha acostado en mi cama!
Y mamá oso exclamó:
-¡Alguien se ha acostado en mi cama también!
Y el osito pequeño dijo:
-¡Alguien se ha acostado en mí camita…y todavía sigue durmiendo!
Ricitos de Oro, mientras dormía escuchó un ruido y se despertó. De un salto se sentó en la cama mientras los osos la observaban, y saltó hacia el otro lado, bajó corriendo las escaleras sin parar y se marchó de la casa. El osito se quedó muy triste porque pensaba que la niña y él serían amigos en el futuro. Muy triste bajó las escaleras y se puso en la ventana esperando que algún día volviera la niña. Los días pasaban y la niña no volvía, así que el osito decidió buscar otros amigos y se fue al parque. Allí conoció a otros animales como al conejito, al perrito y al gatito con los que felizmente jugaba todas las tardes.